Ummm, about that wall.

Border Walls or Border Bridges?

Consider a photograph of the existing border walls and fencing, the kind that are about to be expanded with $2.5 billion of U.S. taxpayers’ money. Now, check a map for the location of the international boundary separating the United States and Mexico. See the gap?

The walls and fencing are not actually located on the international boundary, the center of the Rio Grande River. For good reason, the physical barriers are built north of the boundary, on higher and drier ground. This geography has implications for the migration we hear about in the news today.

The crisis at border is a refugee crisis. Women, men, and children are seeking asylum in the United States because they face being murdered by criminal groups in their home countries. Under U.S. law “any alien who is physically present in the United States or who arrives in the United States,” has a right to request asylum. Refugees standing on the south side of a border wall are still in U.S. territory. They are still within their rights to request asylum.

This fact explains a part of the migration picture that gets less attention but matters to our long-term security. There is an exception to the right to request asylum.

If the U.S. Attorney General determines a refugee could live safely in a third country while making their asylum request, and if the U.S. reaches an agreement with that third country to accept asylum-seekers, then the United States can deny refugees entry. In recent weeks, the United States has reached such agreements with Mexico and Guatemala. These countries will now host people seeking asylum in the United States. In effect, the United States is adding additional border walls in Mexico and Guatemala.

The long-term consequences of this building is troubling. Already, unsanitary, make-shift refugee camps have sprung up in Mexico. A “migrant industry” in Mexico preys on the vulnerable. Desperate refugees make for cheap labor. Women running from rape and domestic violence in El Salvador and Honduras may find themselves forced into sex work to survive. The situation is unlikely to be better for refugees forced to plead their case from Guatemala. In both countries, refugees have no access to the lawyers they need to submit their claims.

How will this affect the United States? Interestingly, the porous barrier that was our asylum system—as flawed as that system was—functioned well in one specific way. It channeled people into diverse communities across the United States where their dispersal encouraged their assimilation. Our system prevented the creation of refugee enclaves where joblessness and hopelessness foster unrest.

The legal barrier-building underway right now does create such enclaves in Mexico and Guatemala. Rather than protect us, today’s policies will result in the alienated 12-year-olds and 13-year-olds who become the child soldiers that criminal groups rely upon. Today’s policies will create parents whose lives are in too much upheaval to supervise their children. As in the past, these people’s problems will spill over to become our problems.

For my part, I wish that building one, two, or three walls would solve the crisis. But this one’s too big. This problem needs a multi-pronged approach. Maybe rather than build walls, we could think about building bridges, bridges that create migration-resistant communities. There are lots of ways to do this, from reinforcing our country’s immigration courts to gang-prevention programs in Central America, to support for people reintegrating into the places they never wanted to leave in the first place. $2.5 billion can build one wall, or it can built many, many bridges.

 

¿Muros fronterizos o puentes?

Algo para pensar: al mirar las fotografías del muro fronterizo, con sus cercas –una infraestructura a punto de ser expandida con $2.5 billones de dólares de nuestros impuestos— y después ubicar en un mapa la frontera internacional que separa a los Estados Unidos de México, uno descubre una disonancia. ¿La nota Ud.?

El muro y sus cercas no están realmente localizadas en la frontera internacional, que queda exactamente en medio del Río Bravo. Obviamente, al estar ubicada un poco al norte de la frontera, la muralla se alza en terrenos elevados y secos. Esta ubicación geográfica tiene implicaciones directas sobre la migración, al menos como esta última es descrita en las noticias de actualidad.

La crisis migratoria es, en realidad, una crisis de refugiados. De mujeres, hombres, y niños, que buscan asilo en los Estados Unidos porque, de no hacerlo, en sus países pudieran ser asesinados por grupos criminales. Según nuestras leyes, “cualquier extranjero que esté dentro de los Estados Unidos, o que desembarque aquí”, tiene derecho a solicitar amparo. Los refugiados ubicados al lado sur del muro fronterizo están, de hecho, en territorio estadounidense. Ellos tienen derecho a solicitar asilo.

Lo anterior explica un aspecto de la migración sobre el cual no existe tanta claridad, y que es un factor muy importante en términos de nuestra seguridad a largo plazo. Existen excepciones al derecho de petición de asilo.

Si nuestro Procurador General decide que una persona puede vivir sin peligro en un tercer país mientras tramita su solicitud de asilo, y si nuestro gobierno establece acuerdos con otros países para que estos alberguen a dicho solicitante, a los Estados Unidos les va a quedar mucho más fácil rechazar su solicitud. Recientemente nuestro país estableció sendos acuerdos con México y Guatemala, países que ahora albergarán solicitantes de asilo a los EEUU. En esta forma, nuestro gobierno ha extendido el muro fronterizo hasta México y Guatemala.

Las consecuencias de estas expansiones son preocupantes a largo plazo. Campos de refugiados improvisados e insalubres ya han brotado en México, donde la “industria de la migración” está haciendo presa de las personas más necesitadas. Los refugiados desesperados son fuentes baratas de empleo. Las mujeres Salvadoreñas o Hondureñas, huyendo de la violación sexual y la violencia doméstica, pudieran verse obligadas a trabajar en la industria del sexo para poder sobrevivir. La situación de quienes esperan obtener refugio en los EEUU desde Guatemala probablemente no es nada mejor. En estos dos países, los refugiados carecen de la oportunidad de consultar con los abogados especialistas necesarios para tramitar sus casos.

Pero, ¿de qué modo afectaría esta realidad a los EEUU? Aquí, es interesante ver como nuestro antiguo sistema de asilo, ese muro permeable (así y defectuoso como era), funcionaba a la perfección en un sentido específico: dispersando a los refugiados en varias comunidades, a lo largo y ancho de los EEUU, donde les era mucho más fácil asimilarse. Nuestro antiguo sistema también prevenía la creación de campos de refugiados, donde la falta de ocupación y el abandono fomentan el malestar social.

El muro legal, en construcción, está creando precisamente esos focos de malestar en México y en Guatemala. En vez de protegernos, nuestras doctrinas políticas de turno terminarán marginando a niños, quienes al cumplir los 12 o 13 años de edad pasaran a ser los soldados que necesitan las agrupaciones criminales. Estas doctrinas también crearán una generación de padres de familia quienes, por estar sobreviviendo en forma precaria, no tendrán la oportunidad de velar por sus hijos. Eventualmente, y como ha venido sucediendo hasta ahora, sus problemas pasaran a ser los nuestros.

A mí, en lo particular, me gustaría pensar que la construcción de uno, dos, o tres muros, resolverá de una vez por todas la crisis migratoria. Pero me temo que esta vez la crisis es demasiado seria. Es un problema que necesita un tratamiento desde muchos frentes. En vez de murallas, deberíamos construir puentes. Puentes que desemboquen en comunidades dotadas con la capacidad de absorber sin problemas a los inmigrantes. Esto pudiera lograrse de varios modos: fortaleciendo nuestros tribunales de inmigración, creando programas de prevención del pandillaje en Centro América, y apoyando con recursos a todos quienes en estos momentos están reintegrándose a otras comunidades, lugares que ellos jamásimaginaron abandonarían. $2.5 billones de dólares pueden levantar muros fronterizos, o pueden crear toda clase de puentes.